Santiago A. Sagredo
«Variaciones de un paso de cebra»
Del 10 enero al 1 de marzo de 2015



Hay pinturas proyectadas para transmitir una idea clara, unívoca. La pintura blanca sobre el fondo negro del asfalto acota un espacio protegido: el paso de cebra. Pero el factor tiempo interviene, deteriora, lima, transforma el carácter sígnico, para producir una huella, un residuo que el paseante creativo recibe y recicla para ofrecernos un montón de sugerencias. Para ofrecernos un camino de regreso que va de lo sígnico, a lo icónico, a lo pictórico, a lo romántico o melancólico. La civilización ha sufrido, en un punto concreto, una catástrofe distópica, que nos abre las puertas a una mirada renovada entre el juego analógico de las sugerencias y la literalidad de la materia abismada, tan cercana como desconocida.
El paso de cebra, frontera entre el conductor y el paseante, se ha convertido en frontera entre el caos y el orden, entre el azar y la determinación, en espacio limítrofe entre la fotografía y la pintura, en tierra de nadie entre la abstracción y la figuración, entre lo casual y lo intencional.
En el paso de cebra subvertido se han realizado obras que han abierto un túnel, una cueva. Podemos encontrar, debajo, los estratos geológicos, la erosión de los depósitos blandos. Bajo el asfalto están las rocas, los bosques, los restos vegetales fosilizados, las grietas. Podemos ver cabezas, cíclopes, montañas, jardines zen perfectamente rastrillados, grupos escultóricos, cumbres horadadas, cetáceos, el Laocoonte, un toro, un león, un camello, un hipogrifo o la Sagrada Familia, mundos distintos, tan diferentes y tan iguales.
Como una heurística fecunda, el solo juego de alzar ante nuestra mirada, que atiende con fuerza al código primitivo de los seres que se yerguen sobre el horizonte, sobre lo horizontal, de levantar las formas olvidadas bajo nuestras pisadas pone en marcha resortes que crean nexos creativos que no cesan de bifurcarse.
A la vez, la palabra, que se alzaba como signo claro sobre el paso de cebra, ha sido desgastada, transformada, cercenada, ha sufrido una radical metamorfosis regresiva para volver a la tierra, para enraizar en los sucesos sometidos a lo contingente, al azar, al frío y al calor, a los ciclos del devenir, al tiempo atmosférico. En lo cercano, se ha abierto un túnel, una fractura que se prolonga en recovecos de sentido bajo nuestros pies…
Gabriel Rodríguez